28 Jun Hoy, todos con Las Palmas de Gran Canaria
Las Palmas de Gran Canaria tiene hoy la oportunidad de ser elegida capital europea de la cultura 2016. No es simplemente una cuestión de orgullo, sino una gran oportunidad para definir la marca-ciudad, esa herramienta que hemos defendido en tantas ocasiones y que en Woll consideramos indispensable para el desarrollo estratégico de cualquier ciudad. Por eso aprovechamos la ocasión para recordar nuestra reflexión de hace ya algunos meses en torno a la candidatura canaria a esta nominación. Mientras tanto cruzamos los dedos.
POST RECUPERADO (5 OCTUBRE DE 2010)
Es un logro por el que tenemos que felicitarnos todos los canarios, en general, y particularmente los ciudadanos de Las Palmas de Gran Canaria, que avanzan un paso más hacia el sueño de ser Capital Cultural europea en 2016. El tren no volverá a pasar hasta 2032, cuando a España le corresponda otra vez designar la ciudad que será foco de atención cultural para 500 millones de europeos, así que es el momento de apostar fuerte. La designación es, en primer lugar, un enorme escaparate en el que se puede mostrar mucho más que sol y playa para atraer nuevos turistas. Pero también es la oportunidad de reinventar la ciudad, regenerando espacios públicos y mejorando su imagen, sin olvidar los beneficios económicos que pueden llegar con las inversiones atraídas por el acontecimiento. Algunas estimaciones en las ciudades que han albergado la capitalidad estiman que el retorno de la inversión ha sido de 8 a 10 euros por cada euro gastado.
Pero el todo es superior a la suma de las partes. Ser Capital Cultural podría servir de catalizador de una nueva identidad de ciudad que culmine en un proceso de creación de marca-ciudad, o de city-branding que ya comentábamos en el post anterior. En el proceso de globalización en el que nos encontramos desde hace años, en un mundo en el que se acortan las distancias y se derriban las barreras culturales, las ciudades tienden a competir entre sí para captar inversores, turistas o residentes. Tener una marca-ciudad que evoque valores atractivos puede ser un soporte para mostrar las excelencias de una ciudad, una región o un país. En ese contexto amplio hay que leer la posibilidad de que Las Palmas de Gran Canaria sea la elegida. Y si conseguimos escapar de los pleitos inútiles que sin duda surgirán en algunos foros, comprenderemos que un logro de esa magnitud sería un banderín de enganche enormemente rentable para todo el Archipiélago.
Decía el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, poco antes del pase a la siguiente fase, que los canarios tenemos que sacudirnos viejos complejos, y qué duda cabe que lograr la capitalidad cultural serviría para ello. Pero ese propósito no sólo debería ser efecto sino también causa para que la balanza se incline de nuestro lado. La implicación de los ciudadanos en torno a un proyecto común es un requisito indispensable para el cambio de mentalidad que necesita todo proyecto de ciudad que pretenda prosperar.
La ciudad debe condensar su proyecto en un concepto de identidad básico a partir del cual ir desarrollando ideas que le den forma. En torno a esa idea común girarán las transformaciones urbanísticas, las grandes infraestructuras y los espacios emblemáticos; habrá símbolos inspiradores, grandes ejes temáticos y muchas actividades, siempre en torno al mismo leitmotiv. Pero antes y durante todo ese proceso hay que desarrollar una ingente labor de comunicación con los ciudadanos, que serán a la postre, como en cualquier proyecto exitoso de place-branding, los grandes impulsores de una inciativa de este calado y quienes la van a dotar de credibilidad ante los jueces que decidirán qué ciudad ostenta el disputado título. Por eso los primeros esfuerzos a partir de ahora deben ir dirigidos a convencer a los ciudadanos de que deben apoyar esta inciativa, a persuadirles de que es posible lograrlo. Sin complejos.
Según las primeras estimaciones , y sin menospreciar a las demás que han pasado el corte, Las Palmas de Gran Canaria tiene como principal oponente a la ciudad de Córdoba. Un hueso duro de roer que aprovechará sin duda su antiquísimo y diverso legado cultural. Justo por el fenómeno de globalización que comentábamos antes, la convivencia de culturas dispares en un mismo lugar es un argumento muy atractivo para los jueces. Pero frente a él ya se ha empezado a oponer el no menos persuasivo de Las Palmas de Gran Canaria como nexo de unión entre tres continentes.
Así pues, ¿qué argumento hará inclinar la balanza ante otros igualmente atractivos? Sin duda, el de la participación ciudadana. Tenemos los ejemplos de Barcelona 92 y Madrid 2016. Aparte de la solidez de sus propuestas, una da las bazas principales de ambas candidaturas estaba en la participación ciudadana. Aunque Madrid no logró hacerse con la organización de los Juegos Olímpicos, se lo puso muy difícil a los jueces, con acciones como las celebraciones deportivas en plena calle o las manifestaciones populares conformando el logo de la mano multicolor uniendo varias arterias de la capital. Barcelona desplegó a miles de voluntarios olímpicos como un auténtico ejército dispuesto a trabajar por la ciudad, con el matiz genial de que muchos de ellos procedían de otras zonas de España.
Un proceso de branding-ciudad de este tipo, que al fin y al cabo es de lo que se trata, exige explotar al máximo las posibilidades de la comunicación estratégica para trasladar los mensajes adecuados sobre su marca a todas las partes implicadas. Las Palmas de Gran Canaria ha visto la oportunidad y dispone de la herramientas necesarias para tener éxito. Está en su mano conseguirlo. Pero no hay que olvidar que en un entorno socioeconómico como el nuestro, el place-branding debe ser, sobre todo, un instrumento eficaz al servicio de la excelencia turística. Esa sería otra excelente candidatura.